Gracias a los amigos que nos impulsan a seguir adelante con la publicación de este nuestro blog colectivo y generacional. Gracias en particular a Lázaro Lagunes Acosta por su estupenda acuarela de la Fortaleza San Carlos de Perote y el diseño del cartel que hizo con ella.
No hemos podido cumplir con las metas propuestas, pero continuamos esforzándonos para no darnos por vencidos. Esperemos que en los meses que vienen podamos aumentar el número de colaboraciones. Reciban nuestros saludos cordiales.
LA OPORTUNIDAD DE PENSAR Y ESCRIBIR
ACERCA DE LA ARQUITECTURA
ACERCA DE LA ARQUITECTURA
Hace algunos años Michael Speaks daba a conocer sus ideas en torno a la posibilidad de que la arquitectura hiciera caso omiso de toda teoría de diseño y comenzara, si no desde cero, por lo menos desde la libertad para actuar de quien no se somete a los dictados de otros. Y las resumía con el eslogan Después de la Teoría. Mucho antes, Rem Koolhaas había tratado de demostrar que la crítica rayaba en la paranoia cuando de manera tramposa siempre quería tener razón. Y que no hacía falta adoptar teorías extranjeras cuando se contaba con una tradición constructiva propia de amplia y acreditada experiencia. Al final, se desdijo de la tesis más importante que había sostenido entonces. Estas actitudes arbitrarias y de corta duración, por eso mismo provocativas, atraen a muchos adeptos, en especial a aquellos estudiantes de arquitectura que intentan guiarse únicamente por las primeras impresiones y que no están dispuestos —al menos no por un buen tiempo— a ir más allá de la nebulosa que les dejan ellas. Por supuesto que antes que Speaks y Koolhaas han habido muchos otros arquitectos que han querido prescindir de toda teoría arquitectónica. Algunos porque consideran que el oficio del arquitecto es práctico por excelencia, que bastan las ideas que se conforman a las situaciones del momento para resolver de manera muy efectiva cualquier problema constructivo o de proyección. Es decir, que basta la teoría personal que todo arquitecto desarrolla conforme a su experiencia proyectiva y constructiva. Otros porque ven en la teoría una problematización innecesaria de las ideas arquitectónicas y el ejercicio profesional que las respalda, porque les parece que las convierte en simple especulación o incluso en temas de otras disciplinas, las que poco o nada pueden decir de una experiencia constructiva y creadora que no conocen de primera mano.
Los participantes no siempre tienen clara la razón por la que se oponen a la teoría, a veces tan sólo porque no se forma con ideas semejantes a las suyas, porque creen que no toman en cuenta aspectos de diseño que ellos valoran, otras porque simple y sencillamente no la entienden, porque no ven cuál es el sentido de buscar referencias en la ciencia o en las humanidades de algo que nada tiene que ver con ellas, sino tan sólo con la creatividad exclusiva del artista o, en su defecto, con el sentido del gusto personal de cada individuo.
Pero esta es sólo una cara de la moneda, la otra es que siempre han habido entre los arquitectos quienes escriben teorías o tratados de arquitectura, sin limitarse únicamente a problemas concretos, intentando más bien enseñar el arte de construir a las generaciones por venir, esto es, combinando aspectos prácticos y teóricos. A diferencia de los arquitectos renacentistas, que eran humanistas y por eso mismo abordaban temas diversos y no estrictamente constructivos, los arquitectos de nuestros días manifiestan aquello que se llamó, por lo menos desde el siglo XIX, la parcelación del conocimiento o también la especialización de la ciencia. En la medida que pasa el tiempo nos interesamos más y más en nuestro campo de trabajo, pero a la vez renunciamos premeditadamente al conocimiento de otros campos. Dejamos la responsabilidad a los expertos, o a quienes demuestran tener la experiencia necesaria para ciertas actividades técnicas, prácticas o experimentales. No importa mucho si el arquitecto se considera a sí mismo un artista y por ello un humanista, en los hechos no puede escapar del todo al tratamiento de técnico que le da su especialización profesional. No son pocos los arquitectos que siguen rechazando la parcelación del conocimiento, la especialización en áreas técnicas o científicas, pero hasta ahora no han tenido un éxito generalizado que pueda apreciarse en su ejercicio profesional. Una gran parte de ellos se conforma con expresar verbalmente —a unos cuantos— su disentimiento, muy contados son los que lo ponen por escrito y lo hacen público. Es decir, un arquitecto abraza la crítica de arquitectura en parte para manifestar su desacuerdo con las teorías que le trataron de implantar durante su formación de grado y posgrado, pero también para oponerse a la especialización del conocimiento, a la clasificación de que el arquitecto es un simple técnico y que como tal se espera que sólo trace líneas y no piense más allá de ese límite.
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