domingo, 7 de agosto de 2022

Entrevista al Mtro. Arq. Abraham Broca Castillo

POR JORGE PÉREZ QUINTOS




Maestro Abraham, como ya sabes tenemos un blog, Escritos e Imágenes de la generación de arquitectura 1973-1977, y en él publicamos algunos artículos, a veces incipientes investigaciones, pero en esta ocasión quisiera hacer un homenaje al amigo y es por eso que me gustaría me respondieras éstas preguntas, de la manera más sencilla y sensible que puedas y si me lo permites, después grabar a manera de entrevista para pasarlo en el programa que tengo en Perote Rumbo a los 500 años, como la persona que me motivó a andar en estos menesteres de la Restauración.


ENTREVISTA AL MTRO. ARQ. ABRAHAM BROCA CASTILLO

1. Lugar de nacimiento.

Nací en Veracruz, Veracruz. Mi familia proviene de una extensa y antigua raíz que ha ido estableciendo parentescos y asientos familiares en diversos sitios y momentos. La familia de mi madre proviene de Tabasco y de Chiapas. La familia de mi padre proviene de Tabasco, antes de eso, de Yucatán, y antes de Cuba, provenientes de Europa, concretamente de Francia, como muchas familias que han poblado este país a lo largo de su geografía y del tiempo. Mis padres y hermanos mayores trasladaron su domicilio del puerto de Veracruz —donde yo nací— a Puerto México, como se le llamaba en la época a Coatzacoalcos, donde ya antes habían vivido y donde yo hice posteriormente mis estudios básicos.

2. Estudios básicos.

No pasé por el jardín de niños, hoy llamado preescolar. Si bien hubo el interés de mis padres en que asistiera, yo me resistí prácticamente desde el inicio debido a que en verdad yo era muy tranquilo, pero como en todo grupo escolar, había niños muy traviesos que hacían sus ocurrencias y se escondían. La maestra en búsqueda de los causantes de la travesura me veía en el lugar de la escena y me castigaba. Por eso me escapé como en cuatro ocasiones y por fortuna mi casa estaba justo enfrente del jardín de niños. La maestra y la directora fueron el mismo número de veces a buscarme para llevarme nuevamente al centro preescolar, hasta que finalmente mi madre entendió la causa de mi malestar y decidió que ya no iría. Qué felicidad para mí.

Entré más adelante directamente a la primaria. Era una escuela muy grande y bonita. Ahora, ya siendo mayor comprendo que había sido construida en años recientes poco antes de mi ingreso. Tenía amplios salones muy bien iluminados por la luz natural y muy bien ventilados con grandes ventanales orientados hacia el norte. Tenía dos plantas con anchos corredores que conectaban el acceso hacia los salones. A un extremo de la planta baja se encontraba la dirección de la escuela y hacia el otro, la oficina del inspector escolar. Había dos enormes patios, uno con muy buen pavimento de color para el deporte y ocasionalmente era usado por profesionales del basquetbol y el voleibol y el otro patio tenía pavimento de concreto con acabado rústico. El primero de los dos era para los niños y el segundo para las niñas.

Eran los tiempos en que durante la jornada escolar se separaban a los niños y a las niñas en sus actividades y en los juegos de recreo. Tenía la escuela un eje principal de simetría, un ala era para la educación de los niños y el otro para las niñas. Aun así hubo, quizá como modelo experimental, salones mixtos donde concurrían niños y niñas, pero en el recreo siempre estaban separados unos de otras, y de manera muy formalizada porque entre ambos patios estaba el teatro con su foro, pendiente isóptica y cubierto con una amplia losa de concreto sostenida por fuertes columnas en sus extremos laterales que no obstruían la iluminación natural hacia su interior y permitían a los niños y a las niñas verse a la distancia durante el recreo, pues cada género jugaba y tenía sus actividades físicas en el patio correspondiente.

Había cada lunes y viernes honores a la bandera nacional, todos los niños vestidos de uniforme blanco entonando el himno, haciendo el juramento a la patria y presenciando el desfile de la escolta escolar, siempre integrada por los alumnos más destacados, llevando el paso marcado por la banda de guerra de la escuela. Tuve el honor de haber sido abanderado en varias ocasiones aunque también tengo que reconocer que perdí un año precisamente el de ingreso a la escuela porque, al no haber cursado el jardín de niños, no sabía ni como tomar el lápiz, además de que por mi propia naturaleza soy zurdo y para la época en que yo aprendía a escribir había un rechazo social contra el uso de la mano izquierda. Así que recibía constantemente castigos por usar la mano izquierda para escribir. Afortunadamente aprendí a escribir también con la mano derecha y en casa, o si el maestro no me veía en la escuela, usaba ambas manos y terminaba más rápido mis tareas.

Desde joven reconocí que tuve muy buenos maestros tanto en la primaria como en la secundaria y preparatoria.

Al salir de la escuela primaria, mi madre decidió que nos iríamos a vivir a Orizaba, ya que uno de mis hermanos mayores entraría a la Universidad donde estudiaría en la Facultad de Química, y yo podría iniciar los estudios de secundaria, sin embargo no pude ingresar debido a que me enfermé con gravedad y estuve en reposo varios meses. Recuerdo que era robusto y muy bajo de estatura, medía un metro con cincuenta centímetros, pero al término de mi enfermedad estaba muy delgado y medía ya un metro con sesenta y siete centímetros.

Finalmente mi familia y yo regresamos a Coatzacoalcos y allí inicié los estudios de secundaria y de preparatoria.

Participé en las planillas de la sociedad de alumnos, me gustaba la poesía y declamaba algunos poemas.

3. ¿Por qué se decide a estudiar Arquitectura?

En los estudios de preparatoria nos hicieron un examen llamado de orientación profesional, a mí no me atraía el área de medicina, o de química, ni de contabilidad o leyes. Me gustaba mucho dibujar a mano alzada los elementos naturales, de mi propia inventiva y creación o bien objetos geométricos en perspectiva, me atraían también las materias de matemáticas, álgebra y trigonometría aunque me costó bastante esfuerzo el cálculo diferencial e integral, me gustaba mucho la gramática, etimologías, entendía bien la historia. Cuando me preguntó la orientadora mis intenciones de estudio profesional le respondí que pretendía estudiar arquitectura. Aunque ella asintió que era viable, también me dijo que no dejara de lado la historia y casualmente fue una de las materias que más me atrajeron durante los estudios universitarios.

Fue también una época repleta de anécdotas y vivencias propias de los jóvenes estudiantes.

4. ¿Algún deporte en su juventud?

Hice mucho deporte destacando en el basquetbol, gimnasia y natación, aprendidos de manera muy ruda y rudimentaria.

La natación la aprendí en el mar con los compañeros de la escuela que juntos nos íbamos después de clases a nadar y un amigo muy querido recientemente fallecido, me enseñó a nadar en las corrientes del río Coatzacoalcos.

A pesar de mi intención no aprendí a jugar el béisbol, debido a que siendo zurdo no tenía ni la fuerza ni la destreza para lanzar la pelota con la mano derecha, máxime que los guantes para capturar la pelota eran diseñados para usarse en la mano izquierda y era una pérdida valiosa de tiempo pretender quitarme el guante para lanzar la pelota.

El basquetbol lo aprendí jugando con los grupos de niños y jóvenes que acudíamos diariamente a la cancha del parque principal de la ciudad, entre ellos boleros, paleteros, chicleros, y algún otro amigo de la escuela que gustaba de ese deporte. Al ser muy bajito de estatura no fui elegido para integrar el equipo escolar. Habiendo crecido al paso de los años, finalmente logramos competir con los profesionales del basquetbol en esa ciudad. Me favorecía ser ágil y fuerte, además de saber usar ambas manos para rebotar y lanzar la pelota. Algunos de estos jóvenes fueron invitados a participar en los equipos profesionales y yo llegué a ser el capitán del equipo de la escuela.

5. Estudios profesionales.

Yo no conocía Xalapa, la primera vez que llegué a esta ciudad fue para presentar el examen de admisión en 1970. Mi primera impresión al llegar en el autobús que tomé la noche anterior para amanecer acá en Xalapa, no fue muy halagadora. Era una madrugada muy fría con espesa neblina y apenas se alcanzaban a ver a través de las ventanas del autobús unos farolitos de luz tenue y amarillenta. Me dije a mi mismo ¿Esta es Xalapa? Pues sí esa era Xalapa.

A pesar del nerviosismo natural que implicaba la presentación de ese examen tan relevante y definitorio para la realización de los estudios profesionales, tuve la enorme fortuna de haberlo aprobado muy bien pues quedé en cuarto lugar entre los que presentamos dicho examen.

Me había hospedado por la mañana muy temprano en un hotel muy económico, que hoy es un restaurante bien puesto en el centro de la ciudad, exactamente frente a una sucursal bancaria que tenía una fachada semejante a la quilla de un barco. Después del examen ya por la tarde salí a pasear para conocer un poco la ciudad. Con timidez caminé por la calle de Xalapeños Ilustres, bajé por Rojano y doblé hacia Zamora. Como ya comenzaba a oscurecer y caía la típica neblina, decidí regresar al hotel por las mismas calles que había caminado, no sabía en ese momento que si continuaba por Zamora llegaría más rápidamente al hotel.

El frío, para quien viene de un sitio caluroso era inclemente y había que aclimatarse.

Los cursos eran anuales todavía no existía el sistema semestral. El primer año de carrera fue fantástico, me entusiasmaba sobremanera todo lo que nos enseñaban los maestros y lo que hacíamos mientras aprendíamos. Tuve por fortuna calificaciones sobresalientes y claro que hay anécdotas que aun hoy comentamos entre los amigos que cursamos la carrera en aquellos años.

Una de ellas fue la famosa novatada que se acostumbraba hacer a los alumnos de reciente ingreso. Ésta consistía en untar chapopote en el cuerpo y decolorar el cabello, desfilando en harapos por las calles del centro de la ciudad atados mediante una cuerda y pedir algunas monedas a los sorprendidos ciudadanos. Por la noche había un gran festejo con música y baile, pero era todo un suplicio quitarse el chapopote del cuerpo.

Otra anécdota fue que para la época había un movimiento juvenil en torno a la moda y la música moderna. Los maestros nos solicitaron hacer unos murales espectaculares alusivos a este movimiento.

Para cumplir con la tarea encomendada, integramos varios equipos de trabajo y desarrollamos nuestros proyectos de mural en los jardines alrededor de la escuela. Todos resultaron muy interesantes y atractivos. Algunos fueron de dimensiones muy grandes lo que impidió guardarlos en el interior de los salones y tuvimos que hacer guardia nocturna para cuidar el mural hasta el día siguiente en que sería calificado por los maestros. Siendo una noche fría a cielo abierto hubo quienes trajeron café y alguna botella de licor artesanal producido en una población cercana a Xalapa. Éramos alrededor de diez o doce jóvenes haciendo guardia cuidando los murales, ya algunos estaban dormidos, otros tomaban café y otros el licor artesanal cuando llegó una patrulla de la policía y se bajaron los agentes para ver que sucedía en los exteriores de la escuela. Uno de los compañeros acudió a responder las preguntas de los policías y le dio como su nombre, el de otro compañero, el más tranquilo e ingenuo de todos. Al día siguiente salió una nota en los periódicos locales que decía más o menos así: Jóvenes estudiantes de Arquitectura veneraban ritualmente un mural hippie en las afuera de la facultad.

En general eran trabajos fuertes que implicaban muchas horas de dedicación, a veces desvelándonos o de plano sin dormir durante varios días para poder cumplir con las tareas.

En una ocasión nos encargaron hacer con tintas, en un papel grueso, brillante y de textura satinada que no admite borrones ni enmendaduras, la portada de un disco de acetato, llamado en inglés por su tamaño: long play o por sus iniciales LP. Estábamos trabajando durante la noche ya de madrugada, cuando se me regaron unas gotas gruesas de tinta sobre mi trabajo en el papel. No tenía ya más opción que entregar al día siguiente ese trabajo mal realizado. Con todo mi pesar me fui a dormir, desperté como a las cinco y media de la mañana, a esa hora ya los demás habían terminado su trabajo y yo solo entregaría un mal trabajo. Se me ocurrió pasar una plumilla sobre una de las manchas haciendo un círculo, y luego otro sobre otra mancha y luego una línea recta, hasta que finalmente las manchas quedaron bajo las líneas que había trazado. Entregué mi trabajo y obtuve la mejor calificación.

Competíamos también con otras universidades y nuestra escuela salía muy bien en esas competencias. Tomábamos clases hasta los sábados y ocasionalmente los domingos, debido a que algunos maestros venían de fuera para impartir sus clases.

El segundo año no fue tan bueno para mí a causa de mi distracción por el deporte y una novia, y además quería conocer que se sentía sufrir por obtener una calificación aprobatoria y celebrarlo, pero fue una buena sacudida para retomar el rumbo correcto. Los siguientes años fueron muy satisfactorios, tanto que en el quinto año varios de los compañeros más destacados y yo fuimos llamados por el director para integrar una comisión, que junto con los maestros desarrollaríamos los proyectos de expansión y crecimiento de la infraestructura universitaria. Así cursamos el quinto año y fue nuestro proyecto de tesis con el cual nos titulamos como arquitectos. Incluso terminamos antes que los que llevaban los cursos normales de clases.

Prácticamente al salir de la escuela fuimos invitados por el director de la facultad a trabajar en la ciudad de México. Fue una experiencia muy grata en una espléndida oficina con un buen sueldo y un futuro bastante prometedor, sin embargo para la vida familiar que yo tenía en mente, no era muy satisfactorio, pues salía de casa de madrugada para ir al trabajo y regresaba ya tarde en la noche, así que renuncié y regresé a Xalapa, donde trabajé un corto tiempo en el Ayuntamiento en la oficina de Obras Públicas en el departamento de Topografía, de Licencias de Construcción y en el área de Proyectos del Ayuntamiento.

6. ¿Por qué se decide a estudiar Restauración?

Allí en el Ayuntamiento me percaté que no había atención institucional para las edificaciones típicas y antiguas de la ciudad. Lo comenté con un amigo de la generación y me dijo que casualmente él estudiaba en ese momento restauración en la ciudad de México. Me invitó a entrevistarme con el director del Instituto del Instituto de Antropología de la Universidad, ya que éste tenía la intención de crear un área de restauración y conservación de edificios.

Así lo hice, le agradó mi interés e incipiente experiencia en la problemática de la conservación de las edificaciones que son la esencia del carácter tipológico de la ciudad.

Para el año de 1977 el panorama era muy interesante y considero que fui muy afortunado. Estudiaría algo que me atraía sobremanera y además existía el compromiso de poder colaborar en esta área en ese Instituto mediante el requisito de dedicarme de tiempo completo a los estudios en los que sería apoyado por una pequeña beca de la Universidad, con lo cual cubriría en parte los gastos de mi estancia en la ciudad de México. Para ello recibí también el apoyo moral y económico de mi esposa para los gastos familiares, de ella y nuestra pequeña hija pues el monto de la beca no era suficiente ni el pago era constante, pero finalmente logré concluir los estudios comprometidos.

El programa de los estudios me permitió ampliar mi horizonte de conocimiento, además de que tuve el enorme privilegio de conocer y ser alumno de personalidades nacionales e internacionales en el área de la restauración y conservación, no solo de edificaciones coloniales sino también prehispánicas y además tener referentes sobre los bienes patrimoniales de carácter mueble.

Fue una extraordinaria experiencia que aun a la fecha doy gracias por este suceso y hoy día conservo la amistad y relación profesional con varios de mis maestros, algunos lamentablemente ya han fallecido pero dejaron una huella profunda en mi formación profesional.


Al término de los estudios me integré como personal del Instituto de Antropología de la Universidad y comencé a desarrollarme en esta actividad compartiendo las labores junto con mis compañeros arqueólogos, antropólogos, historiadores y arquitectos restauradores. Asimismo fuimos los primeros representantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia en el estado de Veracruz, bajo la tutela del director del Instituto Universitario.

Ya como investigador me interesó dar clase en la Facultad de Arquitectura y acudí para entrevistarme con el director y el secretario de la Facultad quienes me dieron la oportunidad de hacerlo mediante concurso de oposición, no obstante al poco tiempo recibí un oficio del director de personal en el que me indicaba que no debía de dar clase sino hasta que fuera invitado por alguna facultad. Lo comenté con el secretario y de inmediato me hizo la carta invitación, así continué, luego di clases de inglés e italiano en el Centro de Idiomas gracias a los cursos que había yo tomado y concluido con anterioridad en ese mismo centro, además de haber estudiado y concluido el francés, y solo no pude continuar el aprendizaje de alemán.

Después concursé y di clases en la Facultad de Antropología en el área de Arqueología y en la Facultad de Historia.

7. ¿Cómo fue la creación de una maestría en Xalapa dentro de la U V?

En 1994 la Universidad estaba abriendo nuevos posgrados y recibí la invitación del director de la Facultad de Arquitectura para diseñar y realizar los programas de la Maestría en Restauración. Se comprendía ya la necesidad de ofrecer estos estudios para atender la deficiencia en la conservación y valorización del patrimonio.

Estos fueron finalmente aprobados mediante las auscultaciones de los Consejeros Académicos y Administrativos de la Universidad, pasando por toda la secuencia de órganos institucionales como la Junta Académica, el Consejo de Área Académica de Investigaciones, así como del Área Técnica y posteriormente por el Consejo Universitario.

El programa de maestría tuvo muy buena aceptación, primeramente se abrió en la propia Facultad de Arquitectura, y después nos trasladaron al Centro de Posgrados de la Universidad, ubicado en el centro de la ciudad. Tiempo después se desintegró este centro y los posgrados debían volver a sus sitios de origen, sin embargo debido a que la mayor parte de la planta de maestros era personal del Instituto de Antropología, el director de éste solicitó que la maestría se fuera a ese Instituto, pasando ahora al Área Académica de Humanidades, pero no había el espacio adecuado para las sesiones de clase y a través de algunos apoyos logré hacer un convenio con el Posgrado de Inteligencia Artificial que tenía un edificio muy ad hoc para la sesiones y me facilitaron el uso de sus salones y equipos, luego después hice lo mismo con el CIESAS y pudimos resolver el tema de los espacios y equipos necesarios para el desarrollo de los programas, en tanto se habilitaba en el Instituto, el espacio adecuado y se adquiría el equipo necesario.

Mientras tanto el programa se consolidó y tuvimos acercamiento académico con otras universidades, además de que la planta de maestros creció y se fortaleció. Entre los alumnos egresados varios obtuvieron premios nacionales de restauración otorgados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

8. ¿Alguna anécdota que haya marcado tu vida?

Más que una anécdota es una etapa muy fuerte en la que se involucra mi salud personal. El trabajo que desarrollaba era muy intenso, Yo seguía dando mis clases de licenciatura en las tres facultades, además de mi carga como investigador, mis clases en la maestría y el trabajo académico y administrativo de la coordinación del posgrado y por si fuera poco me habían invitado a dar clase en una maestría en una universidad de Oaxaca, así que traía una sobrecarga de trabajo, que terminó por afectarme en mi estado de salud. A pesar de haber sido un deportista de competencia en mi juventud, esto hizo estragos en mi cuerpo y tuve una deficiencia orgánica que me llevó a una serie de secuelas y a un trasplante de órgano. Luego de 15 años de aquel suceso que puso en grave riesgo mi vida, aquí estoy, ya jubilado y contento por lo realizado.

9. ¿Algo que nos quieras comentar?

Agradecerte Jorge este gesto de gran nobleza e interés de tu parte que me ha permitido hacer algo que no había hecho. Revisar parte de mis vivencias a lo largo de mi existencia.

Ya son varios años que hemos mantenido una gran amistad no solo entre nosotros desde que te conocí por tu interés en hacer los cursos de la maestría, sino que esta relación ha trascendido y gracias a ello hemos realizado algunas actividades sobre el tema de la conservación del patrimonio, creamos una asociación civil y hemos hecho algunos proyectos profesionales en coparticipación con otros compañeros, además de extender los lazos de amistad con nuestras familias.


4 comentarios:

  1. Excelente entrevista al ARQ. ABRAHAM BROCA, su trayectoria como académico, profesor en la licenciatura y maestría en la Universidad Veracruzana, felicidades

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    1. Muchas gracias por compartir tu comentario

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  2. Arq. Mario Rosaldo, muchas gracias por apoyar en la publicación de este tipo de información, pues es un pequeño reconocimiento para el Mtro. Arq. Abraham Broca Castillo, por su labor académica y compromiso con la conservación del Patrimonio Edificado en el Estado de Veracruz y específicamente en Xalapa

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    1. A tus órdenes, estimado Jorge. Además Abraham es un viejo conocido al que se recuerda con afecto por este rumbo, en especial entre quienes estudiamos cuando él estaba en la Facultad de Arquitectura, y quienes lo habíamos visto en los pasillos o jugando básquetbol en la época de la Escuela Secundaria y de Bachilleres, MAG. Aunque no lo recuerdo en los recreos de la escuela primaria, Art. 123 Tomasa Valdés Vd. de Alemán, su descripción detallada nos hizo saber que también ahí coincidimos en algún momento. Abrazo !!!

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