lunes, 17 de abril de 2017

Hablando de una época y de los gustos

POR JOSÉ YERENA

Mantequilla vs Monzón


De hito en hito

Creo que todos nosotros (generación 73-77) nacimos en los años 50, más o menos con Marcelino, pan y vino, estrenada en 1954. Para 1955, Le Corbusier termina la casa para Mrs Manorama en Ahmedabad. Más o menos 19 años después, muy jóvenes, jovencísimos, diría yo, ingresamos a la escuela de arquitectura. Era 1973, mismo año del golpe de estado en Chile y de la muerte de Salvador Allende.

A partir de ahí, vivimos la firma del alto al fuego entre Estados Unidos y Vietnam, el caso Watergate, Amarcord de Fellini, Taxi Driver de Scorcese, Annie Hall de Woody Allen, Canción infantil y Para piel de manzana de Serrat, el mundial de Alemania, nace mi primer hijo, entre otras cosas, porque aquí no cabe todo.

Se me olvidaba, Carlos Monzón vence a Mantequilla Nápoles y nace así el cuento La noche de Mantequilla de Julio Cortázar.

Nuestro tránsito por la escuela de arquitectura marcó tiempos de gran entusiasmo y vitalidad, teníamos un compromiso a cuestas y no podíamos dar marcha atrás, tiempos de un constante ir y venir entre la casa y la escuela y entre la escuela y la casa, tiempos en que se podía caminar por Xalapa distraído, sin correr peligro, tiempos de leer y releer El Manantial de Ayn Rand y querer ser Howard Roark, pero también tiempos de vencer las fatalidades de la suerte y la obligación de superar la incertidumbre de nuestra existencia.

De todo aquello, lo único que no ha sufrido deterioro alguno es la utopía, esa está intacta porque a nosotros ya todo nos duele y todo nos arde. Quedan también los recuerdos que vienen a nuestro encuentro, tal vez desde el olvido y nos reclaman como si aún tuviéramos una deuda pendiente, recuerdos que nos revuelven en el fondo del pasado, nos sangolotean antes de mandarnos malheridos a la lona, son recuerdos ingratos que al final invocan los besos del pasado para volverlos a poner en nuestras bocas.



Cuestión de gustos

Cada quien tendrá su lista, va la mía:
Caminar empedrados, guiñar el ojo derecho.
Café y periódicos por la mañana.
Una canción: "Rabo de nube".
Para mi cráneo, la boina del Che.
Una casa, "la de Luis Barragán".
Otra casa, "la mía".
Las comidas largas.
Algún fin de semana sin nietos.
Estrenar ropa.
Tocar las cosas.
La decencia.
Las fotografías de Graciela Iturbide.
Y las de Armando Salas Portugal.
Las mujeres.
Comer mangos y escurrirme hasta los brazos.
Los amigos que aguantan el paso del tiempo.

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